El Olmo (Ulmus minor o negrillo) es un árbol que puede alcanzar los 12 metros de altura. Florece a finales de invierno, por febrero o marzo; los frutos se diseminan en abril. Sus hojas tienen forma de corazón con los bordes aserrados. Prefiere los suelos frescos y profundos, principalmente los sotos y riberas de los ríos donde se asocia con frecuencia a sauces, alisos, álamos y fresnos. Agradece los climas templados, de ahí que no asciendan mucho por encima de los 1000 m. Ha sido cultivado y plantado en casi todos los paseos y plazas de España como árbol de sombra. Su madera se ha utilizado para hacer muebles y sus ramas rugosas se usaban para hacer trabajos artesanales como cestería, cunas, etc. Su fruto es samaroideo y trasovado, con la semilla próxima a la escotadura del ala. Los pastores usaban garrotes y gayatas de olmo.
Una enfermedad procedente de Inglaterra diezmó, en los años ochenta, los olmedos del país y se encuentra incluso en peligro de extinción. Se trata de la graciosis. Ya sólo quedan pequeños olmos de dos o tres metros de altura que no se han secado.
Un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid asegura que los olmos han desarrollado una estrategia que consiste en que producen frutos sin semilla que ayudan a engañar a la fauna. Este sistema resulta energéticamente rentable para los árboles y aumenta la probabilidad de que más semillas viables escapen de los granívoros.
Las propiedades curativas del olmo permiten mantener el cuerpo saludable y ayuda en diferentes dolencias que afectan al organismo. La corteza acorchada del olmo es la parte de mayor provecho curativo. Entre las propiedades del olmo encontramos: