El roble común, roble albar, roble carballo, carballo, roble carvallo, carvallo, cajiga o roble fresnal (Quercus robur) es uno de los árboles más conocidos del Hemisferio Norte tanto por su longevidad, hasta 200 años, como por su apreciada madera.
Puede alcanzar los 40 metros de altura y sus raíces tienen la cualidad de que pueden profundizar hasta 1,5 metros. Crece de forma natural formando generalmente extensos bosques, desde el nivel del mar hasta los 1500 m de altitud.
La variedad de roble que tenemos por esta zona es el rebollo y el quejigo. No alcanza la altura del auténtico roble y no es tan grueso. Quedan muy pocos robles o rebollos por aquí. La mayoría están aislados entre las carrascas de Carnanzún.
Sus hojas son lobuladas y grandes. Cuando tienen ya bastantes años echan una flor en los comienzos de la primavera que luego se convertirá en un fruto: la bellota.
Su utilidad ha sido siempre para leña de cocina y como madera para hacer muebles y mangos de herramientas. Dicen que se saca de su madera y piel una sustancia para curtir las pieles de los animales. Ha tenido de siempre fama de robusto y su madera es muy apreciada para mobiliario.
El roble común más conocido a nivel mundial fue uno ubicado en Guernica, que murió en el siglo XIX después de haber conseguido sobrevivir 1.000 años.
En épocas pasadas se talaron muchos bosques de robles para construir barcos para la guerra. Un ejemplo claro fue la llamada Armada Invencible.
En La Rioja se ha usado y se usa para fabricar las barricas que dan un fino buquet a nuestro famoso vino.