Situada a unos 3 kilómetros de Igea, la Ermita del Villar se alza en la cima de un cerro, coronando un paisaje que ha sido testigo de siglos de historia. Para comprender su importancia, es crucial recordar el contexto histórico en el que surgió: una época en la que España estaba dividida en regiones gobernadas por señores feudales, quienes tenían poder absoluto sobre sus súbditos, prometiendo protección frente a las amenazas de otros señores.
El primer propietario conocido de estas tierras fue el señor de Cornago, quien, al reconocer la vulnerabilidad de su plaza fuerte, decidió establecer un punto de refugio estratégico en el montículo del Villar. En este lugar, levantó una casa amplia, dedicada en parte a una capilla en honor a la Santísima Virgen María, de donde proviene el nombre de Villar, que significa "casa de campo" o "quinta".
Con el paso del tiempo, la imagen de la Virgen permaneció oculta durante siglos, hasta que un grupo de pastores la redescubrió. Este hallazgo llevó a la decisión de construir la actual ermita, situada sobre las ruinas de la antigua casa del señor de Cornago. El edificio original, realizado en mampostería, fue prácticamente reconstruido en 1789, y desde entonces ha servido tanto como iglesia, dedicada a la Virgen, como casa del santero.
La Labor de los Santeros
El primer santero documentado fue Domingo Martínez de Inés, quien ocupó el cargo en el año 1603. La figura del santero fue relevante hasta principios del siglo XX, ya que después de 1921 se les empezó a denominar como encargados, reflejando un cambio en la administración de la ermita.
El enrejado de la ermita, realizado en 1876 por Alejandro Navas, y el balcón que daba a la plaza, que en antiguas predicaciones servía de púlpito, son ejemplos de la rica historia arquitectónica del lugar. Posteriormente, en 1909, se construyó un retablo a cargo de Julián Martínez, que albergó las imágenes de San Blas y San Isidro.
Restauración y Vida Actual
En 1997, la ermita experimentó una notable restauración gracias a la labor de la asociación "Amigos de la Virgen del Villar", que, con la ayuda de la consejería de Cultura, trabajó arduamente para salvaguardar este patrimonio. Las mejoras incluyeron la renovación del tejado, la sustitución de la estructura de madera por vigas de hierro, así como reparaciones en toda la edificación. Además, se embelleció el entorno con la plantación de varios árboles en la explanada trasera.
La restauración también generó la necesidad de refundir la antigua campana, la cual presentaba una grieta severa. La campana, que databa de 1752 y portaba la inscripción "SOI DE SAN PEDRO MÁRTIR", fue reemplazada por un conjunto de tres nuevas campanas, que resuenan en el aire con tonalidades distintas: RE, DO y LA, con pesos de 44, 53 y 68 kilogramos, respectivamente.
La Ermita del Villar no solo es un testimonio de la historia y la fe de la comunidad de Igea, sino también un símbolo de la resistencia y el esfuerzo colectivo para preservar su patrimonio cultural. Su ubicación estratégica y su rica historia hacen de este lugar un referente en la región, invitando a visitantes y fieles a rendir homenaje a la Virgen del Villar en un entorno que respira tradición y devoción.
La Virgen del Villar, Patrona de Igea
La devoción a la Virgen del Villar, patrona de Igea es una manifestación de fe profundamente arraigada en la historia y la cultura de este pequeño pueblo. Según la tradición, la figura de la Virgen se remonta a épocas anteriores a la invasión árabe, en el año 711, cuando ya era objeto de veneración entre los habitantes de la región.
Durante la invasión musulmana, muchas imágenes sagradas fueron ocultadas para evitar su profanación, y la Virgen del Villar no fue la excepción. Fue enterrada, en un lugar conocido hoy como "Tejerías", donde permaneció oculta durante siglos, hasta que la Reconquista en el siglo XI trajo nuevas esperanzas a los pueblos cristianos. Alfonso VI, Rey de Castilla, permitió la reconstrucción de la fe y el culto, lo que motivó a los fieles a buscar las imágenes perdidas.
La historia cuenta que la Virgen fue redescubierta gracias a la luz resplandeciente observada por unos pastores que, intrigados, decidieron excavar hasta encontrarla. Al recuperarla, la comunidad se enfrentó a un fenómeno inusual: los intentos de construir una capilla durante el día eran destruidos por la noche. Este hecho fue interpretado como un claro mensaje de que la Virgen deseaba regresar a su antiguo hogar, en la cima del cerro que ahora alberga su santuario.
El santuario se ha convertido en el corazón espiritual de la comunidad. Los igeanos han mantenido una conexión continua con su Virgen, evidenciada en las constantes visitas al templo y la ofrenda de exvotos que adornan sus paredes. En este rincón sagrado, la imagen de la Virgen del Villar también ha sido preservada y restaurada a lo largo de los años, como fue el caso en 1957, cuando se le realizó una importante restauración para exponerla sin manto.
El manto de la Virgen, hecho de oro y donado por los igeanos en Filipinas en 1870, ha pasado por diversas modificaciones a lo largo del tiempo. La restauración y adornos de la imagen reflejan el profundo cariño y la devoción de su pueblo, que no olvida los momentos difíciles que ha enfrentado, como la epidemia de 1885. En aquella ocasión, Igea se volvió a la Virgen en busca de ayuda, llevando su imagen en procesión por las calles. La sanación de los enfermos fue interpretada como un milagro, lo que llevó a la comunidad a designarla como Patrona.
La devoción a la Virgen del Villar es un ejemplo del arraigo de la fe y la cultura local, que trasciende generaciones. Las celebraciones en su honor, especialmente la bajada de la Virgen el primer domingo de mayo, o la subida durante las Fiestas en su honor en septiembre, son acontecimientos que congregan a la comunidad, recordando la importancia de sus tradiciones y la bondad que emana de su figura sagrada. La histórica campana de la iglesia también ha jugado un papel simbólico en la vida del pueblo, habiendo sobrevivido a momentos de asombro y calamidad, y continúa sonando como testigo del fervor de Igea por su patrona.
Así, la Virgen del Villar no solo es un símbolo religioso, sino también un vínculo emocional que une a los igeanos a través de la historia, fortaleciendo el tejido social y la identidad de este querido pueblo riojano.